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Revolución Jigote!

Revolución Jigote!

9mm - Lágrimas de un guerrero

viernes, junio 23, 2006

Sorpresas en la radio, un jueves por la noche.


Hola a tod@s:

Anoche tuve un sorpresivo y súbito estado de emoción al encender la radio (la verdad solo lo hago para escuchar a Valverde), sintonizar una estación bastante buena (93.5) y escuchar un jingle que decía: "Radio Caparuch...música para adultos" (algo así). Después de una ligera pausa empezó el arpegio introductorio de guitarra eléctrica de una de mis canciones favoritas de todos los tiempos: "Better Man" de Pearl Jam (del disco Vitalogy de 1994). Obviamente he escuchado esa canción millones de veces, pero era la primera vez que la escuchaba en una radio. No tengo idea quien era el DJ en ese entonces...pero me dieron ganas de abrazarlo (jejejeje).
Fue todo un momento de oasis de buen gusto, en medio de este desierto musical de reguetones, cumbias y canciones cursis de todo tipo. Me trajo a la mente aquella preciosa temporada de comienzos de los 90's en la cual los que escuchábamos rock, eramos gente y los que escuchaban cumbia, eran "cholos". Hoy en día y luego de más de diez años, la situación de plantea al revés.
Quién entiende a la juventud?. Ahora los rockeros somos una especie en extinción.
Dame Dios mío la fortaleza de aceptar las cosas que no puedo cambiar....

domingo, junio 18, 2006

Fumadores empedernidos y sus problemas

Hola a tod@s:

La gente que me conoce sabe muy bien de mi "afición" por los cigarrillos, sobretodo de la marca Camel. Empecé a fumar desde los 15 años, pero creo que realmente me envicié a los 18, cuando empecé la Universidad. Siempre odié que me tildaran de "fumatérico", primero porque esa ridícula palabra no existe y segundo porque no me gustaba que se metan en mi vida. Una anécdota graciosa de mis épocas universitarias fue la que me pasó con cierta cortejita rubiecita y super tiernita, la que insitía en que deje de fumar. Con el tiempo entendió que era algo que ya formaba parte de mi personalidad y mis gustos, así que cada vez que salíamos un sábado por la noche, ella me compraba una cajetilla. Adorable la niña.
La verdad de todo esto es que quiero aprovechar este espacio y aunque se que no tendrá mucha repercusión pero por lo menos estoy seguro de que arrancará una sonrisa a mis colegas fumadores, y hacer una denuncia pública: la calidad de los encendedores deja mucho que desear. Claro che...pero si aparte que no duran ni una semana, encima se les rompe siempre la "palanquita" que libera el gas. Una mierda. Evidentemente encontrás encendedores cada media cuadra (sobretodo en las pastilleras), pero da puej lata eso de estarlos comprando cada rato.
Algunos me dirán "comprate un Zippo" y dejá de joder. Pero es que la cosa no es tan simple. Ya me cansé de comprarlos, disfrutarlos y luego perderlos. Además que nunca falta un amigo de lo ajeno que lo "encuentra antes de que vos lo perdás".
Y ni se les ocurra sujerir fósforos...son muy incómodos, además de que no me gusta andar con una especie de "maraca" en los bolsillos y ese "raca raca" constante cuando uno camina.
Y para empeorar las cosas...cada vez proliferan más esos odiosos letreritos de "prohibido fumar". Dejen de joder (jajajaja eso fue broma, yo respeto los derechos ajenos).
Como ya me colgué, no me queda más que mandar un respetuoso saludo a todos los que les encanta humear los pulmones. Que viva el tabaco, el café, la coca-cola, la comida y el sexo...ya que después de estos últimos, es cuando mejor sabe un buen Camel.
Fumar es perjudicial para la salud, pero es bueno para el espíritu. (www.camel.com.ar)

miércoles, junio 14, 2006

Cuento autobiográfico-literario

Hola a tod@s:
Hora de sincerarme conmigo y con Uds. Gracias por leerme. Esto es para que me conozcan aún más:
Rock & Roll yo *
(Javier Sandoval Aguilera)

Lo más terrible de empezar a escribir, es eso mismo: empezar. Esa simple pero importante vacilación puede demorarme incluso días enteros y mantenerme como idiota durante horas en frente de la PC, escuchando una y otra vez mis MP3’s de Blues y sin poder siquiera escribir una letra. Pero cuando por fin empiezo a escribir, no paro de hacerlo. Sinceramente dudo mucho de mis capacidades narrativas, es que son mis dedos los que inconscientemente empiezan a golpear las teclas. En ese preciso momento desaparecen los miedos y frustraciones y las historias aparecen solas. No exagero, es más lo podría jurar hasta por el propio Cortázar.

No recuerdo exactamente cuando fue que empecé a escribir en serio. La verdad, no fue hace mucho. Me imagino que fue en el tiempo en que tomé conciencia y ya me preocupaba bastante por esos sueños reiterativos con la misma chica. Bueno, de eso hablaremos luego. De niño no manifesté ningún interés particular en escribir, todo lo contrario, devoraba cada libro que caía en mis manos, en cuestión de días e incluso horas.

Lo que recuerdo bien fue aquel primer cuento que escribí como a los trece años de edad. Y bueno, a esa edad los chicos, sobretodo los cruceños, empezamos a cambiar nuestro frágil cuerpo por el de un engendro que no es ni infante ni hombre. Empiezan los complejos, aflora nuestra personalidad y sobretodo empezamos a darnos cuenta de lo hermoso que es el sexo “débil” (que de eso no tiene nada). Yo era el púber más acomplejado y tímido que pueda existir (sin exageraciones). Veía pasar los años y lo único que había cambiado en mí, era mi voz. “Mamá Naturaleza” me dio un vozarrón espantoso que hizo que muy pocas veces abriera la boca en público, ya que la gente no creía como un niño tan flaquito y pequeño como yo, fuera capaz de tener esa voz tan grave. Mi refugio en esos años fueron los libros y mis amigos de la “pandilla feliz” como nos llamaban medio en tono de burla los compañeros de curso, por ser los más tímidos (palabra elegante que escojo en vez de “impopulares”) y “cerebritos”.

El cuentito aquél era medio tele novelesco (de esos con final feliz y otras cosas), el cual obviamente creía que era totalmente original. Lo hice en la vieja máquina de escribir de mi padre, por cumplir una tarea escolar para mi “profe” de Lenguaje. Recuerdo bien que ella lo corrigió un montón, pero me aseguró que era el mejor de la clase. Ese hecho particular me llenó de orgullo. Que inocente que era. De todas formas ni se me pasó por la mente la idea de hacer una carrera literaria o algo parecido (ja ja ja, como si ahora la tuviera). Tenía otras cosas en la mente, sobretodo tratar de armarme de valor y conocer a la niña que tanto me gustaba.

Nunca más volví a hacer literatura en una máquina de escribir en mi vida. Sé de muchos autores conocidos que jamás utilizaron una computadora y continúan fieles a su vieja maquinita. La verdad no los entiendo. El solo hecho de andar cambiando de papel y corrigiendo los errores con esa tinta blanca, me volvía loco, y eso que tenía solo trece años. Y para ser más exactos, ni siquiera lo volví a hacer siquiera en papel, a puño y letra, en largos años.

A los dieciocho años y cuando ya tenía más aspecto de hombre maduro (o tal vez menos de niño), fue que escribí y medio por casualidad, mi primer cuento corto. Mi vida no era lo suficientemente interesante, pero aún así me animé a relatar la primera vez que besé a la también primera chica de la cual me enamoré (o creía estarlo). Obviamente inventé un par de cositas para hacer el relato más interesante y que sea lo más ficticio posible. Fallé. Describí tanto y tan bien al personaje principal, que mi familia cuando lo leyó, se echó a reír sin asco y no dejaban de repetirme que ese personaje no era otro más que yo mismo. En lo que si acerté fue en que tuve la intención de hacer algo cómico y así resultó.

La universidad me consumió de tal manera que no escribí en casi todos esos años de estudios, desvelos, jaranas, churrascos y actividades sociales, culturales y deportivas. La verdad me divertí mucho, aprendí bastantes cosas (sobretodo como tratar a las chicas) y conocí gente sumamente interesante con la cual compartía criterios estéticos, musicales y sobretodo literarios. Leía como loco, a parte de los textos universitarios, a gente como Cortázar, García Márquez, Hesse, Isabel Allende y Saramago. Una pizca de Borges y otro tanto de Sábato. Desarrollé el amor por los cuentos cortos, al mismo tiempo que lo hice con otras tantas cosas mundanas como el tequila, los Camels, los pubs y las discos.

Fue justamente en mi último año de “chico UPSA”, que me propuse volver a escribir. Empecé haciendo poemitas cortos, bastante inspirados en los de Jim Morrison, es decir, filosofía trascendental y otras cuestiones que sinceramente no capté bien. Rápidamente abandoné esos temas y decidí dedicarme al tema universal poético por excelencia: el amor. Me obsesioné tanto por esa rama de la Literatura, que empecé a hacerlos en todo momento y lugar: en clases, la cafetería, los baños, mi cama e incluso en los “micros” (siempre y cuando no atravesara por calles con baches, tan comunes en esta hermosa Ciudad de los Anillos).

Cada vez que producía uno nuevo, los sometía rápidamente al juicio popular. Las víctimas: mis amigos, amigas, compañeros o alguna novia ocasional (que fueron muchas, pero efímeras). A continuación les transcribo algunos de los comentarios que recibieron mis textos: “Buenísimos”, “cursis”, “geniales”, “intensos”, “patéticos”, “vanguardistas (¿?)”, “Dedicate a otra cosa, loco” o el famoso, pero odiado: “Ay, de quién estás enamorado?”. Recuerdo que quedé tan desilusionado que empecé a escribir solo para mí y por fin logré inspirarme en un personaje imaginario, que solo se me aparecía en sueños: Ojos de Luna. Así bauticé a la chica que siempre se escabullía en mis sueños desde la adolescencia y de la cual jamás recordé su rostro, solo sus grandes y expresivos ojos. De ahí el singular nombre con el que la evocaba en mis escritos. Preferí escoger ese nombre un tanto medio apodo, porque pensé que si le ponía uno más “cristiano” (es decir un Paola, Claudia o algo así), podría haberme sesgado hacia buscar conocer a un determinado grupo de féminas solo con el nombre que hubiera escogido. Suena bastante lógico, no creen?.

Cuando empecé a escribirle poemas a esta chica “soñada”, no pude parar. Creo que fueron veinte o quizás más. Con sinceridad es que afirmo que ahora los leo y no puedo evitar sentir vergüenza de algunos. No tanto por lo cursi, sino por lo malos que eran.

Por ese tiempito fue que escribí digamos que mi primer cuento serio: “La fuerza del destino”. No podía evitar seguir nombrando mis creaciones como si fueran telenovelas mexicanas. Lo mismo opinaron mis juveniles e inexpertos críticos, a diferencia de que esta vez a todos les encantó la trama (con bastante influencia del “boom”, por cierto). Entre las opiniones más simpáticas que recibí, fue la de una amiga la cual expresó: “muy lindo, pero demasiado trágico el final”. En un par de días le hice llegar una copia del cuento ese del primer beso (mencionado líneas arriba), el cual le encantó. Gajes del oficio.

Con la finalización de la Universidad, nació (o mejor dicho, renació) mi pasión musical. Me uní a una banda de rock, con unos chicos bastante menores que yo, pero con grandes sueños y entusiasmo contagiante. El estrés de las jornadas laborales (sí, empecé lastimosamente a trabajar), lo combatía con feroces y agotadoras sesiones de ensayo en los garajes de las casas de mis amigos y nuevos colegas musicales. Por cierto, este humilde servidor hacía de vocalista, claro que ya eran varios años que no lanzaba una nota al aire o simplemente un grito despavorido con alguna canción de rock y al comienzo me costó un mundo recobrar el timbre vocal (los invito a que me vean en algún antro de la ciudad y así corroboran esto).

Gracias a lo anterior empecé a escribir letras de canciones. La había intentado algunos años atrás, pero con resultados trágico-cómicos. Esta vez creo que no lo hice tan mal, aunque tenía problemas con mis compañeros de banda, ya que me pedían líricas más juveniles, en vez de lo que ellos nombraban: “tus cuestiones filosóficas”. De ahí que antes de decirme “viejo”, me llamaban el “filósofo”.

La verdad es que fueron años felices. Todo lo combinaba a la perfección. El trabajo, los ensayos, las tocadas en boliches e incluso el haberme enamorado de aquella rubia preciosa, nunca fueron obstáculos para que continúe con mi pasión por los cuentos cortos (los poemas los descarté porque no volví a soñar con mi “Ojitos de Luna”), desarrollando temas y estilos cada vez más diversos. Abarqué estilos desde el “realismo mágico”, el clásico e inclusive el de los creadores de “McOndo”, con temática urbana y moderna.

Tarea pendiente en mi vida es la de publicarlos algún día. Y aunque estoy completamente seguro de que jamás serán best sellers, por lo menos tendré algo para mostrarle a mis nietos (bastante clicheada la frase, pero válida).

Y bueno. Siento decepcionar al que empezó a leer esto pensando en encontrar alguna característica que hiciera parecerlo ser un cuento. Realmente lo siento (lo vuelvo a repetir), no fue mi intención transformar este relato en una pseudo mini-biografía-resumen-ejecutivo de mi vida literaria, pero es que como les expliqué al comienzo: no lo puedo evitar, son mis dedos los que inconscientemente empiezan a golpear las teclas y no paran hasta que consiguen lo que quieren.

* Con permiso del gran Charly García.




Santa Cruz, 13 de Febrero de 2004. 23:30 Hrs.

jueves, junio 08, 2006

Otro cuento y van....

Hola a tod@s:
"La vida es una moneda...quien la rebusca le tiene" dice el genio Fito en una de sus mejores canciones. Nada más cierto. Quienes vienen leyéndome desde hace tiempo (sobretodo mi literatura) se habrán dado cuenta de que la muerte es un tema que me apasiona (ojo: solo para escribir) y esa obsesión literaria con ese tema puede ser que se deba a a la influencia de Cortázar (sobre todo en sus cuentos). Después de leerlo me replanteé muchas cosas y decidí intentar inmiscuirme con la "señora implacable" (como yo mismo la bauticé en otro cuento aún no publicado) hace ya un par de años atrás. Acá les presento otro, espero les guste.
YA ES TARDE


Desde niño adoré los autos de carrera. La sensación de velocidad es una de las pocas cosas que verdaderamente me producen placer y me hacen sentir poderoso, incluso más que todo el dinero que tengo. Lo podría hasta jurar.

Hace un par de horas que estoy conduciendo mi 3000GT, absolutamente solo pero rodeado de objetos que representaron algo en mi vida: una botella de Jack Daniel’s, una cajetilla de Camel, mi colección de discos de U2 y una foto de ella. No necesito equipaje, mi viaje será corto.

El fuerte viento golpea mi rostro y despeina aún más mi largo y descuidado pelo, que junto con mi barba de varios días, me da un aspecto que algunos describirían como “lamentable”. Personalmente adoro verme así (siempre dije que era mi “alter ego”). Mi misión esta vez no es de negocios sino de reencuentro con algo que había perdido hace mucho tiempo atrás: mi libertad.

Tengo la mente en blanco, ya me cansé de pensar y reflexionar acerca de una vida que me dio y me quitó todo. El sol se va ocultando en el horizonte, pero a pesar de los ciento cincuenta kilómetros por hora que imprime mi hermosa máquina, no podré alcanzarlo como siempre soñé de niño, así como tampoco tendré ocasión de escribir uno de tantos poemas que le gustaban tanto a ella. Ya no vienen al caso, mi inspiración murió aquella mañana que desperté y ya no estaba más. Me falta vida para soñar.

Sonrío para mí mismo al darme cuenta de que el mundo tenía razón: el tiempo lo cura todo, indefectiblemente. El veneno que tomé una hora antes cumplió su cometido. Ya es tarde para otra cosa.