Ouija (cuento breve)

Muy divertida fue la primera y única noche en que mi novia y yo jugamos con una tablita improvisada como “ouija”. La bella caribeña venía jugando a invocar espíritus errantes desde su adolescencia, en cambio yo, como buen escéptico y pseudo científico que soy, jamás creí una sola palabra de los innumerables testimonios que escuché toda mi vida acerca de supuestos contactos metafísicos con el “más allá”. Ella sabía que yo no creía. Por eso aquella noche, luego de bastantes copas de por medio, la convencí de que podríamos intentarlo y que no me mataría de risa en el intento. Accedió por fin luego de una hora de insistencia.

Colocamos la tablita sobre la pequeña y pintoresca mesa que tenemos en el mini departamento donde vivimos. Colocó unas velas alrededor nuestro, para aumentar el misticismo y me exigió silencio y concentración absolutos.

Juntos colocamos los dedos sobre el “cursor” y luego de que repitió una especie de mantra sencilla de invocación, no pasaba absolutamente nada. Al parecer ningún ente se quería manifestar o simplemente se sintieron ofendidos por lo rudimentario de nuestro proceder. La pobre empezó a mover voluntariamente la cuestión y fingí no notarlo. Luego yo mismo lo moví con extremo disimulo. También lo notó, pero no quiso decir nada.

Ofuscados por nuestro fracaso y luego de que me arrojara en cara toda la culpa por mi aparente falta de fe e incredulidad, nos acostamos. Dormimos tan profundo que solo pudimos despertar hasta casi al mediodía siguiente. Tan somnolientos estábamos que horas después recién pudimos comprender la gravedad de lo que estaba escrito en el espejo empañado del baño: “Con esto no se juega, niños”.