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Revolución Jigote!

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9mm - Lágrimas de un guerrero

viernes, abril 28, 2006

La piccola storia


Ciao amici:

Díganse Uds. que me dio por aprender un poco de italiano. Me parece un lindo idioma y me va al pelo con mi ligera obsesión con "Il Padrino", famosa novela de Mario Puzo y trilogía fílmica del genial Francis Ford Coppola. Pero buej...eso es harina de otro costal y ahora (parafraseando a Vito Corleone) les digo "Ho un rifornimento che non può rifiutare": un cuento relativamente nuevo que escribí sobre un mafioso criollo. Espero que les guste.
LA REUNIÓN


“Y que fue de la vida de Justiniano?”, me preguntó Chávez, haciéndome reaccionar de la distracción con los hielos del trago. “Me contaron que está en España, trabajando en no sé que cuestiones pero que ya no se dedica a lo nuestro”, le respondí, mientras encendía uno de varios cigarrillos de esa larga noche.

El bar era uno de tantos antros similares que tanto le gustaban a Chávez: oscuro, pequeño y decadente, eso sí, lejos del bullicio del centro de la ciudad. Si accedí a encontrarme con él, no fue por la amistad que nos une, sino porque me prometió hablar de un trabajo.

“Tranquilizate”, repetía Chávez una y otra vez. “Vos sabés que odio estos tus bares de quinta”, le repliqué. -“No jodás, mirá que acá no nos molesta nadie y ni los pacos se atreven a aparecer”. Pidió una cerveza y les envió otra a las putas horribles que nos miraban atentas desde la mesa del fondo. “Es por si querés acción más tarde”, se le ocurrió comentarme, como si yo buscara o me importaran siquiera sus explicaciones.

Cuando por fin fue al grano y tocó el tema del asunto del trabajo, yo ya estaba mareado de tanto alcohol, pero todavía en mis cabales como para tomar una decisión coherente. Debíamos esperar media hora más hasta que apareciera un tipo con todos los detalles de la operación. Accedí a esa condición con el único requisito de que me vaya adelantando algo. Siempre fui muy curioso, además de que me gusta analizar al máximo todas las posibilidades, tengo que defender mi bien ganada reputación de infalible.

Pobre Chávez, pensé mientras caminaba presuroso huyendo del local, minutos más tarde. El tipo no debió haber hecho esas dos cosas: Adelantarme el cincuenta por ciento de la paga por el trabajo y no esperar hasta que llegue el contacto antes de revelarme que la víctima de ocasión era un tal Peña, que por azares del destino resultó ser un primo mío. Por eso fue que se ganó el balazo. En este oficio la paciencia es primordial. Peña ni siquiera me caía bien.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gustan tus cuentos. Me encanta también El Padrino. Me acuerdo que leí el libro (2 tomos) hace un poco más de 10 años en una vacación cuando estaba en la "U", pero es como si lo hubiera leído ayer, es un relato que no se olvida. Aunque no creas hasta ahora no he tenido la oportunidad de ver la película (qué pésima que soy: ¡perderme una de las mejores actuaciones de Brando!), pero me voy a dar un tiempito y lo voy a hacer.