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Revolución Jigote!

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9mm - Lágrimas de un guerrero

jueves, marzo 09, 2006

Persiguiendola (cuento corto)

Hace apenas un par de cuadras que la estoy persiguiendo. La verdad no sé si es un mero capricho o el afán de aventura que siempre tenemos los cruceños, sobretodo si involucrado el “sexo bello” (porque de "débil" no tiene nada) . Apenas la vi en la esquina de la Sucre y Beni, el corazón se me aceleró como buen veinteañero que soy y me entregué a esta mi cruzada: Conocerla, simplemente eso.

No aparenta tener más de veinte años. Es delgada, alta, morena, como la mayoría de las mujeres de esta tierra, y bella como la chica de mis sueños recurrentes de adolescencia. El pelo ondulado y oscuro y ese caminar, casi como balanceándose por el aire, le otorgan un dejo de sensualidad que jamás había visto en la vida.

Rápidamente cruzó la esquina sur-este de la plaza principal y se dirigió hacia la esquina opuesta, es decir atravesó el centro mismo de nuestra plaza de armas. Al pasar por la sección “jubilados”, esa gente mayor y simpática que se enfrasca en intensos partidos de ajedrez y tertulia amena, arrancó más de un suspiro y hasta algún piropo osado. Tuve que contenerme para no responder a los “improperios” (como diría un tío escribidor) de los viejos verdes. Bien que no lo hice. No quería delatar mi presencia, apenas a unos cuantos metros de la bella.

Curiosamente al bordear el monumento a Warnes, pasó desapercibida entre un grupo de adolescentes vestidos de negro y con los pelos pintados de todos colores, entretenidos escuchando a uno de ellos, entonar una canción en inglés muy desentonada y con una guitarra destartalada y cubierta de calcomanías. Ni siquiera repararon en la instantánea presencia de la morena por donde ellos estaban. Me sorprendió el hecho de que los chicos de su misma edad no la hayan ni mirado. Como dice Fito Páez: es solo una cuestión de actitud.

Al llegar a la esquina nor-oeste de la plaza, en la intersección de las calles Bolívar y la otra, que si no me equivoco es la Junín, el bomboncito en cuestión detuvo su marcha repentinamente para no ser arrollada por una conductor imprudente que no percató su presencia. A pesar de haber provocado con su auto a toda velocidad, que la mini falda de la niña se levantara y así yo haya podido alcanzar a ver unos muslos divinos, no pude con mi genio y lancé al aire un soberano “carajazo” contra el individuo. Suerte que la diva no desvió la mirada hacia mí, porque no hubiera podido soportar la vergüenza y hubiera dejado de seguirla. Lo juro.

Unos cuantos metros más hacia delante en la cuadra de la calle Junín, está el destartalado Correo y las ventas ambulantes de tarjetas. Precisamente en una de estas últimas ella se detuvo. Pude ver desde la posición donde me encontraba que alzó una tarjetita de estas super cursis y amorosas, mientras que con la mano que le quedaba libre, desenvolvía un chupete gigante, de esos con colores exóticos. Una vez puso el caramelo en la boca, dejó la tarjeta y siguió caminando en dirección hacia el Casco Viejo. Obviamente aproveché para espiar el cartoncito impreso que ella había curioseado y me llamó la atención que éste tenía escrito muy vistosamente la frase: “Necesito encontrarte”. Sonreí para mí mismo.

Después de la pequeña distracción que tuve con la tarjeta y con el hecho de habérseme ocurrido comprar una cajetilla de Camel, la perdí de vista. Desesperado me vi buscándola con la mirada en todas direcciones. No podía encontrarla en el mar de jóvenes que “pirañean” todos los viernes en ese lugar. Me volví loco. Después de quince largos minutos de búsqueda, me rendí. Exhausto y abatido, decido cumplir con el compromiso que tenía y subí a la planta alta de la galería Casco Viejo, hacia el café Victory, donde debía encontrarme con una prima, a la que no veía en meses.

El lugar estaba lleno de gente fumando, hablando a gritos y con actitudes como si se estuvieran divirtiendo. Me dije a mí mismo que debería tratar de olvidar la patética idea de perseguir a una chica y ni siquiera ser capaz de hablarle cuando tuve la oportunidad. Aunque sé que no precisamente la tuve, pero por lo menos hubiera inventado cualquier excusa. Lo primero que hice fue cambiar de semblante, abandonar mi cara de frustración y buscar a mi primita querida. Después de casi voltear un par de tazas de café por mi involuntaria torpeza, la encontré. Estaba sentada al fondo del local, justo mirándome de frente. No estaba sola. Estaba con una chica que reconocí de manera instantánea: la morena. Sonriendo a no más dar por esas sorpresas que te da la vida, me acerqué a la mesa y ni corto ni perezoso, me senté.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es, al mismo tiempo, tan parecido y tan diferente a mi "Soledad"...

No aguanté la curiosidad y busqué el cuentito...

Me gustó, en serio...es fresco, de fácil lectura, muy masculino, muy representativo, buen final...

Usted Señor, sí es un escritor.